Biografía
Para reafirmar nuestra experiencia de la realidad es necesario aceptar todo con discontinuidad. Si tenemos la suerte de escabullirnos entre la parafernalia de la sociedad hipermoderna, y el conocimiento relativo de nuestros sentidos, encontraremos que no existe el constante aprendizaje. El conocimiento verdaderamente valioso surge de la espontaneidad y el desenfreno. La sabiduría es un desequilibrio diacrónico.
La música de Horace Tapscott (1934-1999) sobrevivió mediante un gotero de experiencias. Criado en una sociedad marginada por el racismo y la soledad, el joven Tapscott contó entre sus armas con la música y el cariño de su madre para atenuar el paso de cada día. Ignorado por los grandes sellos de su tiempo, Tapscott encontró un refugio en las raíces de la cultura afroamericana. Había soñado recientemente con escapar, con ser perseverante en una lucha que, de antemano, estaba perdida. Ser un músico de jazz en Los Ángeles, no era, ni es, una buena idea. Su música favorita, la música hecha por afroamericanos, tal como la conoció, estaba rastreando sus pasos en el polvo, permanecía segregada, destinada a pequeños atisbos de originalidad. Dentro de poco podrían escucharse “bandas de robots” y nadie hacía nada por evitarlo.
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